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Si te llaman la atención los buses, sus modelos, carrocerías, años de fabricación, catálogos, la decoración bizarra de las cabinas que le hacian sus dueños (tuning criollo), los recorridos y las historias que se tejen en torno a las máquinas de la locomoción colectiva de ayer y de hoy, entonces lo más probable que seas un busólogo.

La pagina web «Chile Buses» reúnen a todo este grupo de seres que aman las máquinas carretas y que se declaran nostálgicos por esos queridos buses que ya no están en circulación. Aquí encontraras abundante información, fotos, historias, reportajes y un gran número de adeptos que los une la loca pasión desenfrenada por las micros.

En verdad yo nunca le agarre mucho cariño a los buses amarillos que recorrían las calles de Santiago (Chile) lo que si recuerdo con claridad son los anteriores a estos, los de la década del 80 cuando yo era un niño, como olvidar las micros Matadero Palma, La Tropezón, La Vivaceta Matadero, La Pablo de Rocka, Recoleta Lira, la Intercomunal, La Av. Matta, Las liebres Thomas, La Carrascal, La Manuel Montt, El Golf Matucana, Mapocho lo Vial, por nombrar solo algunas, a esos trastos con ruedas si le alcance a tomar cariño y cuando las sacaron de circulamiento a fines de los 80 de verdad me dio pena, borraron de golpe toda esa cultura urbana que giraba en torno a esas viejas máquinas multicolores, en aquellos tiempos uno las identificaba claramente en las calles por sus colores característicos o sus carrocerías. Todo esto fue reemplazado con el nuevo plan de transporte que las sacó de circulación y puso en su reemplazo: «Las máquinas amarillas» y los recorridos pasaron a ser un frío número, quitándoles toda la identidad que las caracterizaba.

Imposible olvidar las carreras que protagonizaban los choferes con las maquinas del recorrido de la competencia por agarrar mas pasajeros, fue la primera vez que fui consciente que circulaba a mas de 100 por hora en una avenida principal y sentía eso cosquilleo que después supe se llama adrenalina, casi siempre estas carreras terminaban con algún espejo roto y varias señoras algo histéricas gritándole al chofer : «animal» o agarrándolo a carterasos. Como olvidar esas frases típicas del diario vivir: ¡Vayan avanzando por el pasillo!, «que manden el pasaje los que se subieron por atrás, ¡Jefe, me lleva por gamba!, ¡Chofer, me abre por atrás! (que tantas risas picarescas sacaba entre los pasajeros) y por supuesto las clásicas peleas de los choferes con sus archirivales: «Los escolares».

La estética de los micreros era una nota aparte, pintoresco sobre todo en la decoración de sus máquinas (tuning o enchulado) estampitas, calcomanías que decían: «Solo Dios sabe si vuelvo», «Papito no corras» y el clásico «Dios es mi copiloto», la jaiba incrustada en plástico que tenían como palanca de cambio que además prendia una luz al frenar y tenía unos frecos de cuerina (todo un clásico), el pedal del acelerador era cambiado por uno con forma de pie humano, fotos de familiares, santos protectores, tapizados de piel en la cabina, luces al ritmo de la música y cientos de cosas indescriptibles colgando del techo que la convertian en un verdadero santuario del mal gusto.

Volviendo a la busología, algunos fanáticos comenzaron su afición coleccionando los boletos de las micros que llegaron a tener un valor casi filatélico por sus colores, dibujos y series, recuerdo que muchas veces con mi hermano nos íbamos a los paraderos a recoger boletos para ampliar nuestra colección y buscar alguna serie nueva, boletos que también intercambiábamos con algunos compañeros de colegio tan busólogos como nosotros. Cultura urbana, costubres bizarras, algo que en menor medida se heredó en los 90 con los llamados buses amarillos y que desaparecerá definitivamente con la irrupción del famoso Transantiago. El final del recorrido para algunos y el inicio para otros, pero así como van las cosas solo espero que «Dios sea su copiloto».